Fue por aquellos años cuando Adolfo Herrero Villanueva ,mi padre, puso rumbo a Barcelona, procedente de Olba (Teruel) , pequeño pueblo ubicado entre las Sierras de Gúdar y Javalambre. Allí dejo a sus padres y con 15 años vino a Barcelona a encontrarse con su destino, comenzó sus andaduras por Sant Just Desvern donde, como aprendiz, entro a trabajar en una tocinería donde cada día recorría el trayecto que separaba la “tienda” del matadero/almacén. Con el tiempo consiguió trabajo en un mítico restaurante de Barcelona en aquellos años, El Cantábrico. Ahí descubrió el mundo de la hostelería, le gusto, y vio en ese negocio una manera de proyectar su futuro, se preparo siempre a base de esfuerzo, sacrificio y trabajo, mucho trabajo.